martes, 27 de junio de 2017

AUTORIDAD DE L A DOCTRINA ESPIRITA.

Para los que pretendan tener LA RAZON de que al espiritismo se lo puede encasillar, etiquetar, circunscribir, como LAICO o RELIGIOSO doy un punto importante donde los espíritus pusieron un candado a estas ideas mezquinas y orgullosas, concediendo a éste una completa sinceridad, cuando más podría convencer a las personas de su círculo social o de su familia; podría tener sectarios, pero jamás podría reunir en esta creencia a todo el mundo, por esto ha encargado a los Espíritus de  llevarlo de uno al otro polo, manifestándose en todas partes, sin dar a nadie el privilegio exclusivo de escuchar su palabra. Esta es una garantía que tiene el espiritismo para cada uno y para todos, el Espiritismo no tiene nacionalidad; está fuera de todos los cultos particulares: no es impuesto por ninguna clase de la sociedad, sino se hubiera colocado en  un terreno neutro habría conservado las disensiones en lugar de apaciguarlas. Esta universalidad de la enseñanza de los Espíritus hace la fuerza del Espiritismo, millares de voces se hacen oír simultáneamente en todos los puntos de la Tierra, esta es una ventaja de que no ha gozado ninguna de las doctrinas que han aparecido hasta hoy, el Espiritismo encuentra en ella una garantía todo poderosa contra los cismas que podría suscitar la ambición de algunos o las contradicciones de ciertos Espíritus, que los Espíritus vulgares no saben más de esto que los hombres y aún menos que ciertos hombres; que hay entre ellos, como entre los últimos, presuntuosos y falsos sabios , que creen saber lo que ignoran; sistemáticos que toman sus ideas por la verdad, la concordancia en la enseñanza de los Espíritus es pues la más segura prueba.  La única y formal garantía de la enseñanza de los Espíritus existe en la concordancia que hay entre las revelaciones hechas espontáneamente por la intermisión de un gran número de médiums extraños los, unos a los otros y en diversas comarcas. Este registro universal es una garantía para la unidad futura del Espiritismo y anulará todas las teorías contradictoria, que quieran hacer de ellas como suyas. Esta confirmación universal es la que se necesita alcanzar antes de presentar un principio como verdad absoluta, sino se quiere ser acusado de ligereza o de una credulidad irreflexiva.
Por bella, grande y justa que sea una idea, es imposible que reúna desde el primer paso todas las opiniones. Los conflictos que resultan de esto son la consecuencia inevitable del movimiento que se opera, y aun son necesarias para hacer resaltar mejor la verdad, y es útil que tengan lugar al principio, para que las ideas falsas queden más prontamente gastadas. Los Espíritus que conciban algunos temores deben estar completamente asegurados. Todas las pretensiones aisladas caerán, por la fuerza de las cosas, ante el grande y poderoso criterio del registro universal.
No es a la opinión de un hombre a la que se doblegarán; es a la voz unánime de los Espíritus; no es un hombre más que nosotros o cualquiera otro quien fundará la Ortodoxia espirita; no es tampoco un Espíritu quien viene a imponerse a cualquiera: es la universalidad de los Espíritus comunicándose en toda la Tierra por orden de Dios; este es el carácter esencial de la doctrina espirita; esta es su fuerza, esta es su autoridad. Dios ha querido que su ley fuese planteada sobre una base indestructible y por esto no la ha hecho reposar en la cabeza frágil de uno solo.
Ante este poderoso areópago, que no conoce intrigas ni rivalidades envidiosas, ni sectas ni naciones, vendrán a estrellarse todas las oposiciones, todas las ambiciones, todas las pretensiones a la supremacía individual y aun nosotros mismos si quisiésemos sustituir nuestras propias ideas a sus decretos soberanos; el solo cortará todas las cuestiones litigiosas, hará callar las disidencias y dará la justicia a quien la tenga. Ante este imponente acorde da todas las voces del Cielo ¿qué puede la opinión de un hombre de un Espíritu? Menos que las gotas de agua que se pierde en el Océano, menos que la voz de un niño ahogada por la tempestad.
La opinión universal, he aquí el Juez Supremo que sentencia sin apelación; esta es la forma de todas las opiniones individuales. Si una de ellas es verdadera, ésta no tiene más que su peso relativo en la balanza; si es falsa, no puede imponer a las otras. En ese inmenso concurso, las individualidades se pierden, y esto es un nuevo jaque al orgullo humano.
Este conjunto armonioso se diseña ya, porque este siglo no pasará sin que brille con todo su esplendor, de manera que fije todas las incertidumbres; pues de aquí al fin de él, voces poderosas habrán recibido la misión de hacerse escuchar para reunir a los hombres bajo la misma enseñanza tan luego como el campo se encuentre suficientemente preparado. Esperando esto el que fluctúe entre dos sistemas opuestos, puede observar en qué sentido se forma la opinión general: este es el indicio cierto del sentido en que se pronuncie la mayoría de los Espíritus, en los diversos puntos donde se comuniquen; este es un signo no menos cierto del cual de los sistemas triunfara.



EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

ÍNDICE

II. AUTORIDAD DE L A DOCTRINA ESPIRITA. 
Registro universal de la enseñanza de los Espíritus. 

Si la doctrina espirita fuese una concepción puramente humana  no tendría  por garantía más que las luces de aquel que la hubiere concebido; pero nadie en la Tierra, tendría la pretensión de poseer la verdad absoluta. 

Si los Espíritus que la revelan se hubiesen manifestado a un solo hombre, nada podrá garantizar su origen, pues, sería necesario creer bajo su palabra, al que dijese que había recibido su enseñanza. Concediendo a éste una completa sinceridad, cuando más podría convencer a las personas de su círculo social o de su familia; podría tener sectarios, pero jamás podría reunir en esta creencia a todo el mundo.

Dios ha querido que la nueva revelación, llegue a los hombres por un camino más rápido y auténtico; por esto ha encargado a los Espíritus de  llevarlo de uno al otro polo, manifestándose en todas partes, sin dar a nadie el privilegio exclusivo de escuchar su palabra. Un hombre puede ser engañado, puede engañarse a sí mismo; pero no podrá ser así, cuando millones acaban de escuchar la misma cosa: ésta es una garantía para cada uno y para todos. Por otra parte, se puede hacer desaparecer a un hombre pero no se podrá hacer con la multitud; pueden quemarse los libros, pero no puede quemarse a los Espíritus; luego aun quemándose todos los libros, el manantial de la doctrina quedaría inagotable por lo mismo que no está en la Tierra, que brota por todas partes y cada uno puede tomar en él.

A falta de los hombres, para difundirla contará siempre con los Espíritus que alcanzan a todo el mundo, sin poder ser alcanzados por nadie.

Los Espíritus realmente son quienes hacen la propaganda con la ayuda de  innumerables médiums que forman en todas partes. Si no  hubiera habido más que un solo interprete, por muy favorecido que hubiera sido el Espiritismo seria apenas conocido y este mismo interprete cualquiera que hubiera sido la clase a que hubiera pertenecido, hubiera sido el objeto de las prevenciones de muchos, no todas las naciones lo hubieran aceptado, mientras que los Espíritus se comunican por todas  partes, a todos los pueblos, a todas las secta s y a todos los partidos y son aceptados por todos; el Espiritismo no tiene nacionalidad; está fuera de todos los cultos particulares: no es impuesto por ninguna clase de la sociedad, supuesto, que cada uno puede recibir instrucciones de sus parientes y de sus amigos de ultratumba. 

Era necesario que así fuese para llamar a todos los hombres a la fraternidad; sino se hubiera colocado en  un terreno neutro habría conservado las disensiones en lugar de apaciguarlas.

Esta universalidad de la enseñanza de los Espíritus hace la fuerza del Espiritismo, y es también la causal de su rápida propagación; mientras que la voz de un solo hombre, aun con el  auxilio de la imprenta, habría pasado siglos antes de ser escuchada de todos.

He de aquí que millares de voces se hacen oír simultáneamente en todos los puntos de la Tierra para proclamar los mismos principios, y transmitirlos a los más ignorantes así como a los más sabios a fin de que nadie quede desheredado. 

Esta es una ventaja de que no ha gozado ninguna de las doctrinas que han aparecido hasta hoy.

Si, pues, el Espiritismo es una verdad, no tiene ni la malevolencia de los hombres, ni las revoluciones morales, ni los  cataclismos físicos del globo, porque ninguna de estas cosas puede alcanzar a los Espíritus.

Pero no es esta sola ventaja la que resulta de esta posición excepcional; el Espiritismo encuentra en el a una garantía todo poderosa contra los cismas que podría suscitar la ambición de algunos ó las contradicciones de ciertos EspíritusEstas contradicciones son seguramente un escollo, pero que llevan en sí mismas el remedio al lado del mal.

Se sabe que los Espíritus, por consecuencia de la diferencia que existe entre sus capacidades, están lejos de poseer individualmente la verdad; que no a todos les es dado penetrar ciertos misterios; que su saber es proporcionado a su depuración; que los Espíritus vulgares no saben más de esto que los hombres y aún menos que ciertos hombres; que hay entre ellos, como entre los últimos, presuntuosos y falsos sabios , que creen saber lo que ignoran; sistemáticos que toman sus ideas por la verdad; en fin, que solo los Espíritus del orden más elevado, aquellos que están completamente desmaterializados, se han despojado de las ideas y de las preocupaciones terrestres; pero se sabe también que los Espíritus engañadores no forman escrúpulo de abrigarse bajo nombres prestados ó que se toman para hacer aceptar sus utopías.  

Resulta de esto que para todo lo que está fuera de la enseñanza exclusivamente moral , las revelaciones que cada uno puede obtener, tienen un carácter individual sin autenticidad; que deben ser consideradas como opiniones personales de tal ó cual Espíritu y que sería imprudente aceptarlas y promulgarlas ligeramente como verdades absolutas.  

El primer crisol es el de la razón, a la cual es necesario someter sin excepción todo lo que viene de los Espíritus; toda teoría en contradicción manifiesta con el buen sentido, con una lógica rigurosa, y con las comunicaciones auténticas recibidas, sea cual fuere el nombre respetable con que se firme debe desecharse . Mas este examen es insuficiente en muchos casos por razón de la falta de luces de ciertas personas y de la tendencia de muchos á tomar su propio juicio por único árbitro de la verdadEn semejante caso ¿qué hacen los hombres que no tienen en sí mismos una confianza absoluta? toman el consejo del mayor número y seguían por la opinión de la mayoría. Así es como deben hacerse respecto de la enseñanza de los Espíritus, supuesto que ellos mismos nos aconsejan los medios que debemos emplear.

La concordancia en la enseñanza de los Espíritus es pues la más segura prueba; pero es necesario aún que esta tenga lugar en ciertas condiciones. La menos segura de todas es cuando un médium interroga a varios Espíritus sobre un punto dudoso; es evidente que si está bajo el imperio de un a obsesión, el Espíritu  engañador puede decirle la misma cosa bajo diferentes nombres. No es pues, una garantía suficiente la que puede ofrecer la conformidad que  se obtenga por los médiums de un solo centro; porque estos pueden sufrir la misma influencia.

La única y formal garantía de la enseñanza de los Espíritus existe en la concordancia que hay entre las revelaciones hechas espontáneamente por la intermisión de un gran número de médiums extraños los, unos a los otros y en diversas comarcas.

Se concibe que no se trate aquí de las comunicaciones relativas a intereses secundarios, sino de aquellas que se refieren a los principios mismos de la doctrina. La experiencia prueba que cuando un principio nuevo debe recibir su solución, es enseñado espontáneamente en diferentes puntos a la vez, y de una manera idéntica, sino por 1a forma, al menos en el fondo. Si pues, le agrada a un Espíritu formular un sistema excéntrico, basado en sus solas ideas y contrario a la verdad; se puede estar seguro que este sistema quedará circunscrito y caerá ante la unanimidad de las instrucciones dadas por todas partes; de lo cual hay ya muchos ejemplos. Esta unanimidad es la que ha hecho caer todos los sistemas parciales nacidos en el origen del Espiritismo, cuando cada uno explicaba los fenómenos a su manera, y antes que fuesen conocidas las leyes que rigen las relaciones del mundo visible y del invisible.
Tal es la base en que nos apoyamos cuando formulamos un principio de la doctrina; no damos éste por que se halle conforme con nuestras ideas ni deducimos de esto la verdad de él; no nos colocamos como árbitros supremos de la verdad ni decimos a nadie: "Creed tal cosa porque nosotros lo decimos." Nuestra opinión no es, a nuestros propios ojos, más que una opinión personal que puede ser verdadera o falsa puesto que no somos más infalibles que cualquier otro, y no lo reconocemos como principio porque se nos ha enseñado y se conforma con nuestra opinión, sino porque ha recibido la sanción de la concordancia.

En nuestra posición, recibiendo las comunicaciones de cerca de mil centros espiritas serios diseminados en diversos puntos del globo, estamos en situación de ver los principios sobre los cuales se establece esta concordancia: esta observación es la que nos ha guiado hasta hoy, y la que nos guiará en los nuevos campos que el Espiritismo está llamado a explorar. Así es como estudiando atentamente las comunicaciones venidas de diversas partes, tanto de Francia como del extranjero, reconocemos en la naturaleza especial de las revelaciones cuándo hay tendencia a entrar en un nuevo camino y cuándo ha llegado el momento de dar un paso adelante. Estas revelaciones hechas algunas veces con palabras encubiertas, a menudo han pasado desapercibidas por muchos de aquellos que las han recibido; otros muchos han creído tenerlas ellos solos. Recibidas aisladamente ningún valor tendrían para nosotros; la coincidencia sola les da gravedad; después, cuando ha llegado el momento de entregarlas a la luz de la publicidad, cada uno recuerda entonces haber recibido instrucciones en el mismo sentido. Este es el movimiento general que observamos, que estudiamos con la asistencia de nuestros guías espirituales y que nos ayuda a juzgar de la oportunidad que hay para nosotros de hacer algo o de abstenernos de ello.

Este registro universal es una garantía para la unidad futura del Espiritismo y anulará todas las teorías contradictorias. En este se buscará para el porvenir el criterio de la verdad; éste es el que ha hecho el éxito de la doctrina formulada en el Libro de los Espíritus y en el Libro de los médiums y por esto ha podido recibir cada uno directamente de los Espíritus la confirmación de lo que contienen. Si en todas partes los Espíritus hubieran contrariado su contenido, estos libros desde hace mucho tiempo habrían sufrido la suerte de todas las concepciones fantásticas. El apoyo mismo de la prensa no los hubiera salvado del naufragio, mientras que privado de él no han dejado por eso de hacer un camino rápido, porque tienen el de los Espíritus cuya benevolencia lo ha compensado y ha sobrepujado la mala voluntad de los hombres. Mal éxito, pues, tendrán todas las ideas que emanen de los Espíritus o de los hombres y no puedan resistir la prueba de este registro cuyo poder nadie puede contrarrestar.

Supongamos que agrade a ciertos Espíritus dictar bajo un título o cualquiera un libro en sentido contrario; supongamos aún que con una intención hostil y con objeto de desacreditar la doctrina, la malevolencia suscite comunicaciones apócrifas ¿qué influencia podrían tener estos escritos si son desmentidos en todas partes por los Espíritus? Es, pues, necesario contar con la adhesión de los Espíritus antes de lanzar un sistema  en su nombre. Del sistema de uno solo al de todos hay la distancia de la unidad al infinito. ¿Qué pueden todos los argumentos de los detractores contra la opinión de la multitud, cuando millones de voces amigas que vienen del espacio, parten de todos los rincones del universo y aun del seno de las familias a batirlos en brecha? ¿La experiencia bajo este respecto, no ha confirmado y a esta teoría? ¿Qué efecto han producido todas las publicaciones que según decían venían a aniquilar el Espiritismo? ¿Cuál es la que ha contenido siquiera su marcha? hasta hoy n o se había llegado a ver la cuestión bajo este punto de vista, uno de los más graves sin contradicción; cada uno ha contado consigo mismo, pero sin contar con los Espíritus. El principio de la concordancia es aún una garantía contra las alteraciones que podrían hacer sufrir al Espiritismo las sectas que querrían apoderarse de él en su provecho y acomodarlo a su manera. Cualquier a que intentase desviarlo de su fin providencial lo fracasaría, por la razón muy sencilla de que los Espíritus, por la universalidad de su enseñanza, harán caer toda modificación que se aparte de la verdad.

Se infiere además que los instrucciones dadas por los Espíritus sobre los puntos de la doctrina no explicados aun no formarían una ley mientras permanecieran aislados; y en consecuencia, no deben ser aceptados sino a título de una prudente reserva y como una nueva instrucción.

De aquí la necesidad de una exquisita precaución para su publicación; y en el caso que se crea deber publicarlos, importa no presentarlos sino como opiniones individuales más o menos probables; pero teniendo en todos los casos necesidad de la confirmación. Esta confirmación es la que se necesita alcanzar antes de presentar un principio como verdad absoluta, sino se quiere ser acusado de ligereza o de una credulidad irreflexiva.

Los Espíritus superiores proceden en sus revelaciones con una extrema sabiduría; no abordan las grandes cuestiones de la doctrina sino gradualmente, á medid a que la inteligencia se halla apta para comprender verdades  de un orden más elevado, y que las circunstancias son propicias para la emisión de una idea nueva. Por esta razón no lo han dicho todo desde el principio ni lo han dicho todo hasta hoy, ni han cedido jamás a la impaciencia de algunos, demasiado exigentes, que quieren coger las frutas antes de  u madurez . Seri a pues superfluo querer hacer adelantar el tiempo señalado a cada cosa por la Providencia, porque entonces los Espíritus verdaderamente serios rehúsan positivamente su concurso; pero los Espíritus ligeros , cuidándose poco de la verdad , responden a todo; y por esto acontece que a todas las preguntas prematuras hay siempre respuestas contradictorias. Los principios que anteceden no son  el hecho de una teoría personal, sino la forzosa consecuencia de las condicione s en que e l Espíritu se manifiesta. Es evidente que si un Espíritu dice una cosa, en una parte, mientras que millones de Espíritus  dicen lo contrario en otras, la presunción de  la verdad no puede estar de parte del que solo o de los que opinan con él; supuesto que pretende tener solo la razón contra todos, sería también ilógicos tanto de parte del Espíritu come de los hombres. Los Espíritus verdaderamente sabios, si no se encuentran suficientemente ilustrados sobre una cuestión, no la deciden jamás de una manera absoluta; declaran no tratarla sino bajo su punto de vista y ellos mismos aconsejan esperar su confirmación.

Por bella, grande y justa que sea una idea, es imposible que reúna desde el primer paso todas las opiniones. Los conflictos que resultan de esto son la consecuencia inevitable del movimiento que se opera, y aun son necesarias para hacer resaltar mejor la verdad, y es útil que tengan lugar al principio, para que las ideas falsas queden más prontamente gastadas. Los Espíritus que conciban algunos temores deben estar completamente asegurados. Todas las pretensiones aisladas caerán, por la fuerza de las cosas, ante el grande y poderoso criterio del registro universal.
No es a la opinión de un hombre a la que se doblegarán; es a la voz unánime de los Espíritus; no es un hombre más que nosotros o cualquiera otro quien fundará la Ortodoxia espirita; no es tampoco un Espíritu quien viene a imponerse a cualquiera: es la universalidad de los Espíritus comunicándose en toda la Tierra por orden de Dios; este es el carácter esencial de la doctrina espirita; esta es su fuerza, esta es su autoridad. Dios ha querido que su ley fuese planteada sobre una base indestructible y por esto no la ha hecho reposar en la cabeza frágil de uno solo.
Ante este poderoso areópago, que no conoce intrigas ni rivalidades envidiosas, ni sectas ni naciones, vendrán a estrellarse todas las oposiciones, todas las ambiciones, todas las pretensiones a la supremacía individual y aun nosotros mismos si quisiésemos sustituir nuestras 'propias ideas a sus decretos soberanos; el solo cortará todas las cuestiones litigiosas, hará callar las disidencias y dará la justicia a quien la tenga. Ante este imponente acorde da todas las voces del Cielo ¿qué puede la opinión de un hombre de un Espíritu? Menos que las gotas de agua que se pierde en el Océano, menos que la voz de un niño ahogada por la tempestad.
La opinión universal, he aquí el Juez Supremo que sentencia sin apelación; esta es la forma de todas las opiniones individuales. Si una de ellas es verdadera, ésta no tiene más que su peso relativo en la balanza; si es falsa, no puede imponer a las otras. En ese inmenso concurso, las individualidades se pierden, y esto es un nuevo jaque al orgullo humano.

Este conjunto armonioso se diseña ya, porque este siglo no pasará sin que brille con todo su esplendor, de manera que fije todas las incertidumbres; pues de aquí al fin de él, voces poderosas habrán recibido la misión de hacerse escuchar para reunir a los hombres bajo la misma enseñanza tan luego como el campo se encuentre suficientemente preparado. Esperando esto el que fluctúe entre dos sistemas opuestos, puede observar en qué sentido se forma la opinión general: este es el indicio cierto del sentido en que se pronuncie la mayoría de los Espíritus, en los diversos puntos donde se comuniquen; este es un signo no menos cierto del cual de los sistemas triunfara