Para los que pretendan tener LA RAZON de que al espiritismo
se lo puede encasillar, etiquetar, circunscribir, como LAICO o RELIGIOSO doy un
punto importante donde los espíritus pusieron un candado a estas ideas mezquinas
y orgullosas, concediendo a éste una completa sinceridad, cuando más podría
convencer a las personas de su círculo social o de su familia; podría tener
sectarios, pero jamás podría reunir en esta creencia a todo el mundo, por esto
ha encargado a los Espíritus de llevarlo
de uno al otro polo, manifestándose en todas partes, sin dar a nadie el
privilegio exclusivo de escuchar su palabra. Esta es una garantía que tiene el
espiritismo para cada uno y para todos, el Espiritismo no tiene nacionalidad; está fuera de todos los cultos
particulares: no es impuesto por ninguna clase de la sociedad, sino se
hubiera colocado en un terreno neutro habría conservado las disensiones
en lugar de apaciguarlas. Esta universalidad de la enseñanza de los Espíritus
hace la fuerza del Espiritismo, millares de voces se hacen oír
simultáneamente en todos los puntos de la Tierra, esta es una ventaja de
que no ha gozado ninguna de las doctrinas
que han aparecido hasta hoy, el Espiritismo encuentra en ella
una garantía todo poderosa contra los cismas que podría suscitar la ambición
de algunos o las contradicciones de ciertos Espíritus, que los Espíritus
vulgares no saben más de esto que los hombres y aún menos que ciertos
hombres; que hay entre ellos, como entre los últimos, presuntuosos y
falsos sabios , que creen saber lo que ignoran; sistemáticos que toman sus
ideas por la verdad, la concordancia en la enseñanza de los Espíritus es pues
la más segura prueba. La única y formal
garantía de la enseñanza de los Espíritus existe en la concordancia que hay
entre las revelaciones hechas espontáneamente por la intermisión de un gran
número de médiums extraños los, unos a los otros y en diversas comarcas. Este
registro universal es una garantía para la unidad futura del Espiritismo y
anulará todas las teorías contradictoria, que quieran hacer de ellas como
suyas. Esta confirmación universal es la que se necesita
alcanzar antes de presentar un principio como verdad absoluta, sino se quiere
ser acusado de ligereza o de una credulidad irreflexiva.
Por bella, grande y justa que sea una idea, es
imposible que reúna desde el primer paso todas las opiniones. Los conflictos
que resultan de esto son la consecuencia inevitable del movimiento que se
opera, y aun son necesarias para hacer resaltar mejor la verdad, y es útil que
tengan lugar al principio, para que las ideas falsas queden más prontamente
gastadas. Los Espíritus que conciban algunos temores deben estar completamente
asegurados. Todas las pretensiones aisladas caerán, por la fuerza de las cosas,
ante el grande y poderoso criterio del registro universal.
No es a la opinión de un hombre a la que se doblegarán; es a
la voz unánime de los Espíritus; no es un hombre más que nosotros o cualquiera
otro quien fundará la Ortodoxia espirita; no es tampoco un Espíritu quien viene
a imponerse a cualquiera: es la universalidad de los Espíritus comunicándose en
toda la Tierra por orden de Dios; este es el carácter esencial de la doctrina
espirita; esta es su fuerza, esta es su autoridad. Dios ha querido que su ley
fuese planteada sobre una base indestructible y por esto no la ha hecho reposar
en la cabeza frágil de uno solo.
Ante este poderoso areópago, que no conoce intrigas ni
rivalidades envidiosas, ni sectas ni naciones, vendrán a estrellarse todas las
oposiciones, todas las ambiciones, todas las pretensiones a la supremacía
individual y aun nosotros mismos si quisiésemos sustituir nuestras propias
ideas a sus decretos soberanos; el solo cortará todas las cuestiones
litigiosas, hará callar las disidencias y dará la justicia a quien la tenga.
Ante este imponente acorde da todas las voces del Cielo ¿qué puede la opinión
de un hombre de un Espíritu? Menos que las gotas de agua que se pierde en el
Océano, menos que la voz de un niño ahogada por la tempestad.
La opinión universal, he aquí el Juez Supremo que sentencia
sin apelación; esta es la forma de todas las opiniones individuales. Si una de
ellas es verdadera, ésta no tiene más que su peso relativo en la balanza; si es
falsa, no puede imponer a las otras. En ese inmenso concurso, las
individualidades se pierden, y esto es un nuevo jaque al orgullo humano.
Este conjunto armonioso se diseña ya, porque este siglo no
pasará sin que brille con todo su esplendor, de manera que fije todas las
incertidumbres; pues de aquí al fin de él, voces poderosas habrán recibido la misión
de hacerse escuchar para reunir a los hombres bajo la misma enseñanza tan luego
como el campo se encuentre suficientemente preparado. Esperando esto el que
fluctúe entre dos sistemas opuestos, puede observar en qué sentido se forma la opinión
general: este es el indicio cierto del sentido en que se pronuncie la mayoría
de los Espíritus, en los diversos puntos donde se comuniquen; este es un signo
no menos cierto del cual de los sistemas triunfara.
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO
ÍNDICE
II. AUTORIDAD
DE L A DOCTRINA ESPIRITA.
Registro universal de la enseñanza de los
Espíritus.
Si la doctrina espirita fuese una
concepción puramente humana no tendría por garantía más que las
luces de aquel que la hubiere concebido; pero nadie en la Tierra, tendría la
pretensión de poseer la verdad absoluta.
Si los Espíritus que la revelan se
hubiesen manifestado a un solo hombre, nada podrá garantizar su origen, pues,
sería necesario creer bajo su palabra, al que dijese que había recibido su
enseñanza. Concediendo a éste una completa sinceridad, cuando más podría
convencer a las personas de su círculo social o de su familia; podría tener
sectarios, pero jamás podría reunir en esta creencia a todo el mundo.
Dios ha
querido que la nueva revelación, llegue a los hombres por un camino más rápido
y auténtico; por esto ha encargado a los Espíritus de llevarlo de uno al otro polo, manifestándose
en todas partes, sin dar a nadie el privilegio exclusivo de escuchar su palabra.
Un hombre puede ser engañado, puede engañarse a sí mismo; pero no podrá ser
así, cuando millones acaban de escuchar la misma cosa: ésta es una garantía para cada uno
y para todos. Por otra parte, se puede hacer desaparecer a un
hombre pero no se podrá hacer con la multitud; pueden quemarse los libros, pero
no puede quemarse a los Espíritus; luego aun quemándose todos los libros, el
manantial de la doctrina quedaría inagotable por lo mismo que no está en la
Tierra, que brota por todas partes y cada uno puede tomar en él.
A falta de
los hombres, para difundirla contará siempre con los Espíritus que alcanzan a
todo el mundo, sin poder ser alcanzados por nadie.
Los
Espíritus realmente son quienes hacen la propaganda con la ayuda de innumerables médiums que forman en todas
partes. Si no hubiera habido más que un
solo interprete, por muy favorecido que hubiera sido el Espiritismo seria
apenas conocido y este mismo interprete cualquiera que hubiera sido la clase a
que hubiera pertenecido, hubiera sido el objeto de las prevenciones de muchos,
no todas las naciones lo hubieran aceptado, mientras que los Espíritus se
comunican por todas partes, a todos los
pueblos, a todas las secta s y a todos los partidos y son aceptados por todos; el Espiritismo
no tiene nacionalidad; está fuera
de todos los cultos particulares: no es impuesto por ninguna clase de
la sociedad, supuesto, que cada uno puede recibir instrucciones de sus parientes y
de sus amigos de ultratumba.
Era necesario que así fuese para llamar a
todos los hombres a la fraternidad; sino se hubiera colocado en un terreno neutro
habría conservado las disensiones en lugar de apaciguarlas.
Esta universalidad de la enseñanza de los Espíritus hace la
fuerza del Espiritismo, y es también la causal de su
rápida propagación; mientras que la voz de un solo hombre, aun con el
auxilio de la imprenta, habría pasado siglos antes de ser escuchada
de todos.
He de aquí que millares
de voces se hacen oír simultáneamente en todos los puntos de la Tierra para proclamar los mismos principios,
y transmitirlos a los más ignorantes así como a los más sabios a fin de que
nadie quede desheredado.
Esta es una ventaja de
que no ha gozado ninguna de las doctrinas
que han aparecido hasta hoy.
Si, pues, el Espiritismo
es una verdad, no tiene ni la malevolencia de los hombres,
ni las revoluciones morales, ni los cataclismos físicos del globo, porque
ninguna de estas cosas puede alcanzar a los Espíritus.
Pero no es esta sola ventaja la que
resulta de esta posición excepcional; el Espiritismo encuentra en el a una garantía
todo poderosa contra los cismas que podría suscitar la ambición de algunos
ó las contradicciones de ciertos Espíritus. Estas contradicciones son seguramente
un escollo, pero que llevan en sí mismas el remedio al lado del mal.
Se sabe que los
Espíritus, por consecuencia de la diferencia que existe entre sus capacidades,
están lejos de poseer individualmente la verdad; que no a todos les es dado penetrar
ciertos misterios; que su saber es proporcionado a su depuración; que
los Espíritus vulgares no saben más de esto que los hombres y aún menos que ciertos
hombres; que hay entre ellos, como entre los últimos, presuntuosos y falsos
sabios , que creen saber lo que ignoran; sistemáticos que toman sus ideas por la verdad;
en fin, que solo los Espíritus del orden más elevado, aquellos que están
completamente desmaterializados, se han despojado de las ideas y de las
preocupaciones terrestres; pero se sabe también que los Espíritus engañadores
no forman escrúpulo de abrigarse bajo nombres prestados ó que se toman para
hacer aceptar sus utopías.
Resulta de esto que para
todo lo que está fuera de la enseñanza exclusivamente moral , las
revelaciones que cada uno puede obtener, tienen un
carácter individual sin autenticidad; que deben ser consideradas
como opiniones personales de tal ó cual Espíritu y que sería imprudente
aceptarlas y promulgarlas ligeramente como verdades absolutas.
El primer crisol es el
de la razón, a la cual es necesario someter sin excepción todo lo que viene de
los Espíritus;
toda teoría en contradicción manifiesta con el buen sentido, con una lógica
rigurosa, y con las comunicaciones auténticas recibidas, sea cual fuere el
nombre respetable con que se firme debe desecharse . Mas este examen es insuficiente en muchos casos por
razón de la falta de luces de ciertas personas y de la tendencia de muchos á
tomar su propio juicio por único árbitro de la verdad. En semejante
caso ¿qué hacen
los hombres que no tienen en sí mismos una confianza absoluta? toman el consejo del mayor número y seguían por la opinión
de la mayoría. Así es como deben hacerse respecto de la enseñanza de los
Espíritus, supuesto que ellos mismos nos aconsejan los medios que debemos
emplear.
La concordancia en la enseñanza de
los Espíritus es pues la más segura prueba; pero es
necesario aún que esta tenga lugar en ciertas condiciones. La menos segura de
todas es cuando un médium interroga a varios Espíritus sobre un punto dudoso;
es evidente que si está bajo el imperio de un a obsesión, el Espíritu engañador puede decirle la misma cosa bajo
diferentes nombres. No es pues, una garantía suficiente la que puede
ofrecer la conformidad que se obtenga por
los médiums de un solo centro; porque estos pueden sufrir la misma
influencia.
La única y formal garantía de la
enseñanza de los Espíritus existe en la concordancia que hay entre las
revelaciones hechas espontáneamente por la intermisión de un gran número de
médiums extraños los, unos a los otros y en diversas comarcas.
Se concibe que no se trate aquí de las comunicaciones
relativas a intereses secundarios, sino de aquellas que se refieren a los
principios mismos de la doctrina. La experiencia prueba que cuando un principio nuevo
debe recibir su solución, es enseñado espontáneamente en diferentes puntos a la
vez, y de una manera idéntica, sino por 1a forma, al menos en el fondo.
Si pues, le agrada a un Espíritu formular un sistema excéntrico, basado en sus
solas ideas y contrario a la verdad; se puede estar seguro que este sistema
quedará circunscrito y caerá ante la unanimidad de las instrucciones dadas por
todas partes; de lo cual hay ya muchos ejemplos. Esta unanimidad es la que ha
hecho caer todos los sistemas parciales nacidos en el origen del Espiritismo,
cuando cada uno explicaba los fenómenos a su manera, y antes que fuesen
conocidas las leyes que rigen las relaciones del mundo visible y del invisible.
Tal es la base en que nos apoyamos cuando formulamos
un principio de la doctrina; no damos éste por que se halle conforme con
nuestras ideas ni deducimos de esto la verdad de él; no nos colocamos como
árbitros supremos de la verdad ni decimos a nadie: "Creed tal cosa porque
nosotros lo decimos." Nuestra
opinión no es, a nuestros propios ojos, más que una opinión personal que puede
ser verdadera o falsa puesto que no somos más infalibles que cualquier otro, y
no lo reconocemos como principio porque se nos ha enseñado y se conforma con
nuestra opinión, sino porque ha recibido la sanción de la concordancia.
En nuestra posición, recibiendo las comunicaciones
de cerca de mil centros espiritas serios diseminados en diversos puntos del
globo, estamos en situación de ver los principios sobre los cuales se establece
esta concordancia: esta observación es la que nos ha guiado hasta hoy, y la que
nos guiará en los nuevos campos que el Espiritismo está llamado a explorar. Así
es como estudiando atentamente las comunicaciones venidas de diversas partes,
tanto de Francia como del extranjero, reconocemos en la naturaleza especial de
las revelaciones cuándo hay tendencia a entrar en un nuevo camino y cuándo ha
llegado el momento de dar un paso adelante. Estas revelaciones hechas algunas
veces con palabras encubiertas, a menudo han pasado desapercibidas por muchos
de aquellos que las han recibido; otros muchos han creído tenerlas ellos solos.
Recibidas aisladamente ningún valor tendrían para nosotros; la coincidencia
sola les da gravedad; después, cuando ha llegado el momento de entregarlas a la
luz de la publicidad, cada uno recuerda entonces haber recibido instrucciones
en el mismo sentido. Este es el movimiento general que observamos, que
estudiamos con la asistencia de nuestros guías espirituales y que nos ayuda a
juzgar de la oportunidad que hay para nosotros de hacer algo o de abstenernos
de ello.
Este
registro universal es una garantía para la unidad futura del Espiritismo y
anulará todas las teorías contradictorias. En este se buscará para el porvenir el criterio de
la verdad; éste es el que ha hecho el éxito de la doctrina formulada en el
Libro de los Espíritus y en el Libro de los médiums y por esto ha podido
recibir cada uno directamente de los Espíritus la confirmación de lo que
contienen. Si en todas partes los Espíritus hubieran contrariado su contenido,
estos libros desde hace mucho tiempo habrían sufrido la suerte de todas las
concepciones fantásticas. El apoyo mismo de la prensa no los hubiera salvado
del naufragio, mientras que privado de él no han dejado por eso de hacer un
camino rápido, porque tienen el de los Espíritus cuya benevolencia lo ha
compensado y ha sobrepujado la mala voluntad de los hombres. Mal éxito, pues,
tendrán todas las ideas que emanen de los Espíritus o de los hombres y no
puedan resistir la prueba de este registro cuyo poder nadie puede contrarrestar.
Supongamos que agrade a ciertos
Espíritus dictar bajo un título o cualquiera un libro en sentido contrario;
supongamos aún que con una intención hostil y con objeto de desacreditar la
doctrina, la malevolencia suscite comunicaciones apócrifas ¿qué influencia podrían tener estos escritos si son
desmentidos en todas partes por los Espíritus? Es, pues, necesario
contar con la adhesión de los Espíritus antes de lanzar un sistema en su nombre. Del sistema de uno solo al de
todos hay la distancia de la unidad al infinito. ¿Qué pueden todos los
argumentos de los detractores contra la opinión de la multitud, cuando millones
de voces amigas que vienen del espacio, parten de todos los rincones del
universo y aun del seno de las familias a batirlos en brecha? ¿La experiencia
bajo este respecto, no ha confirmado y a esta teoría? ¿Qué efecto han producido
todas las publicaciones que según decían venían a aniquilar el Espiritismo?
¿Cuál es la que ha contenido siquiera su marcha? hasta hoy n o se había llegado
a ver la cuestión bajo este punto de vista, uno de los más graves sin
contradicción; cada uno ha contado consigo mismo, pero sin contar con los
Espíritus. El principio de la concordancia es aún una garantía contra las
alteraciones que podrían hacer sufrir al Espiritismo las sectas que querrían apoderarse
de él en su provecho y acomodarlo a su manera. Cualquier a que intentase
desviarlo de su fin providencial lo fracasaría, por la razón muy sencilla de
que los Espíritus, por la universalidad de su enseñanza, harán caer toda
modificación que se aparte de la verdad.
Se infiere
además que los instrucciones dadas por los Espíritus sobre los puntos de la
doctrina no explicados aun no formarían una ley mientras permanecieran aislados;
y en consecuencia, no deben ser aceptados sino a título de una prudente reserva
y como una nueva instrucción.
De aquí la
necesidad de una exquisita precaución para su publicación; y en el caso que se
crea deber publicarlos, importa no presentarlos sino como opiniones individuales
más o menos probables; pero teniendo en todos los casos necesidad de la confirmación.
Esta confirmación es la que se necesita alcanzar
antes de presentar un principio como verdad absoluta, sino se quiere ser
acusado de ligereza o de una credulidad irreflexiva.
Los Espíritus superiores
proceden en sus revelaciones con una extrema sabiduría; no abordan las grandes
cuestiones de la doctrina sino gradualmente, á medid a que la inteligencia se
halla apta para comprender verdades de
un orden más elevado, y que las circunstancias son propicias para la emisión de
una idea nueva. Por esta razón no lo han dicho todo desde el principio ni lo
han dicho todo hasta hoy, ni han cedido jamás a la impaciencia de algunos,
demasiado exigentes, que quieren coger las frutas antes de u madurez . Seri a pues superfluo querer hacer
adelantar el tiempo señalado a cada cosa por la Providencia, porque entonces
los Espíritus verdaderamente serios rehúsan positivamente su concurso; pero los
Espíritus ligeros , cuidándose poco de la verdad , responden a todo; y por esto
acontece que a todas las preguntas prematuras hay siempre respuestas contradictorias.
Los principios que anteceden no son el
hecho de una teoría personal, sino la forzosa consecuencia de las condicione s
en que e l Espíritu se manifiesta. Es evidente que si un Espíritu dice una cosa,
en una parte, mientras que millones de Espíritus dicen lo contrario en otras, la presunción de
la verdad no puede estar de parte del
que solo o de los que opinan con él; supuesto que pretende tener solo la razón
contra todos, sería también ilógicos tanto de parte del Espíritu come de los
hombres. Los Espíritus verdaderamente sabios, si no se encuentran
suficientemente ilustrados sobre una cuestión, no la deciden jamás de una
manera absoluta; declaran no tratarla sino bajo su punto de vista y ellos
mismos aconsejan esperar su confirmación.
Por
bella, grande y justa que sea una idea, es imposible que reúna desde el primer
paso todas las opiniones. Los conflictos que resultan de esto son la
consecuencia inevitable del movimiento que se opera, y aun son necesarias para
hacer resaltar mejor la verdad, y es útil que tengan lugar al principio, para
que las ideas falsas queden más prontamente gastadas. Los Espíritus que
conciban algunos temores deben estar completamente asegurados. Todas las
pretensiones aisladas caerán, por la fuerza de las cosas, ante el grande y
poderoso criterio del registro universal.
No
es a la opinión de un hombre a la que se doblegarán; es a la voz unánime de los
Espíritus; no es un hombre más que nosotros o cualquiera otro quien fundará la
Ortodoxia espirita; no es tampoco un Espíritu quien viene a imponerse a
cualquiera: es la universalidad de los Espíritus comunicándose en toda la
Tierra por orden de Dios; este es el carácter esencial de la doctrina espirita;
esta es su fuerza, esta es su autoridad. Dios ha querido que su ley fuese
planteada sobre una base indestructible y por esto no la ha hecho reposar en la
cabeza frágil de uno solo.
Ante
este poderoso areópago, que no conoce intrigas ni rivalidades envidiosas, ni
sectas ni naciones, vendrán a estrellarse todas las oposiciones, todas las
ambiciones, todas las pretensiones a la supremacía individual y aun nosotros mismos
si quisiésemos sustituir nuestras 'propias ideas a sus decretos soberanos; el
solo cortará todas las cuestiones litigiosas, hará callar las disidencias y
dará la justicia a quien la tenga. Ante este imponente acorde da todas las
voces del Cielo ¿qué puede la opinión de un hombre de un Espíritu? Menos que las
gotas de agua que se pierde en el Océano, menos que la voz de un niño ahogada
por la tempestad.
La
opinión universal, he aquí el Juez Supremo que sentencia sin apelación; esta es
la forma de todas las opiniones individuales. Si una de ellas es verdadera,
ésta no tiene más que su peso relativo en la balanza; si es falsa, no puede
imponer a las otras. En ese inmenso concurso, las individualidades se pierden,
y esto es un nuevo jaque al orgullo humano.
Este conjunto
armonioso se diseña ya, porque este siglo no pasará sin que brille con todo su
esplendor, de manera que fije todas las incertidumbres; pues de aquí al fin de
él, voces poderosas habrán recibido la misión de hacerse escuchar para reunir a
los hombres bajo la misma enseñanza tan luego como el campo se encuentre
suficientemente preparado. Esperando esto el que fluctúe entre dos sistemas
opuestos, puede observar en qué sentido se forma la opinión general: este es el
indicio cierto del sentido en que se pronuncie la mayoría de los Espíritus, en
los diversos puntos donde se comuniquen; este es un signo no menos cierto del
cual de los sistemas triunfara
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